Un reto pendiente: Agustina

Empecé a hacer mis primeros dibujos a lápiz en Septiembre de 2006. Todo empezó porque aquel curso debía de dar clase de Plástica en el Colegio. Recuerdo que me propuse trabajar con los niños el dibujo artístico, pero antes debía de ponerme yo a dibujar. Empecé a leer sobre técnicas y topé con un libro que explicaba cómo hacer el retrato. Enseguida me entusiasmé y empecé a hacer los primeros dibujos, bocetos más que nada. Creo que desde el primer día quedé "enganchada" a las caras.
Siempre me atrajeron las fotos antiguas y en casa de mis padres había muchas que me gustaban. Una de ella era esta, la de mi tía Agustina, hermana menor de mi madre. Fue el segundo dibujo que hice a lápiz de una cara. Con aquel resultado ya estaba contenta, pero me quedaba tanto por aprender...
En diciembre del mismo año me atreví a hacer mi primer retrato a pastel. Era de una foto antigua pero no tanto, ya que era a color. Después hice otros de fotos más actuales y lógicamente me sentía cada vez más satisfecha con los resultados.
Recuerdo una conversación que tuve con mi madre sobre mis pinturas, pues a todos nos sorprendía (a la que más a mí), y le dije que tenía que pintar a mi tía en grande y a color. Ella me dijo: "sí, píntala, verás que contenta se pone". Pero ahí quedó la conversación.
Cuando mi madre falleció yo empecé a pintar retratos de fotos antiguas (muchos ya los conocéis), y siempre que empezaba uno me acordaba del de mi tía, aquel que hice a lápiz y que aún no me había decidido a pintarlo a pastel. No sé por qué no lo hacía, pero el tiempo seguía pasando sin que sintiera ese impulso.
Después de pintar el retrato de mi tío Antonio, me dije: "ya, ya voy a pintar ese retrato que tengo pendiente. No lo voy a dejar más".
Y así fue.

Pastel sobre papel gris.
Medidas: 30 x 40 cm

Cuando lo terminé lo cogí y se lo llevé a mis tías, hermanas de mi padre, para que lo vieran. A cada una por separado les pregunté si sabían quién era. Enseguida me dijeron: "tu tía Agustina". Me sentí muy contenta porque al menos se parecía. La foto de donde me he inspirado siempre ha estado en casa de mis padres, en un viejo album, junto a otra donde mi tía lucía una mantilla. No la tiene ni ella, así que menos mis otras tías podían recordarla.
Luego fui a llevarle el retrato a su dueña. Ahora tiene sententa y siete años y está bastante delicada de salud. Cuando llegué, después de saludarla, le dije: mira, te traigo un regalo. Al verlo empezó a decir: oh, qué bonito, qué bonito, esta soy yo, estos son mis ojos, esta es mi nariz y esta, mi boca, y mi pelo rubio. Yo siempre tuve el pelo rubio, incluso más que aquí en el retrato. Voy a ir a la peluquería para que me lo pinten así.
No hacía más que hablar, recordando cómo era ella, qué edad tendría, cómo sería el vestido (que por supuesto yo lo inventé). Nosotros nos reíamos. Al final me dice: gracias, muchas gracias, es el mejor regalo que me podías hacer.
Pues ya está. El reto que tenía pendiente lo superé y satisfactoriamente.

Debemos de terminar los trabajos empezados, los propósitos que tengamos, porque así podremos empezar otros y los haremos más libremente.
Hay que ir cerrando puertas para que otras se abran.

Aprovecho para daros las gracias de corazón por todas vuestras visitas y comentarios.
Un abrazo.