La tita Carmela

Este es el segundo retrato que hago de esta serie que empecé con “la tita Conchi”, su hermana.

Mi tía Carmela es la que sigue a mi padre y la mayor de las hembras. Eran nueve: tres hembras y seis varones (y dos que murieron de niños), Eleuterio, Manuel, Juan, Francisco (mi padre), Carmela, Rosario, Antonio, Conchi y Atanasio.
Ella, al ser la mayor, fue la que se ocupó de criar a sus hermanos más pequeños, sobretodo a los dos últimos.

Ha sido una trabajadora incansable, y aún hoy a sus más de 80 años lo es, trabajando en el campo de sol a sol, llegaba a casa y tenía que ir a por agua a un pozo con una burra y los cántaros. Luego tenía que lavar la ropa de sus hermanos mayores y de ella misma en la pila restregando con las manos. Y siempre estuvo llena de amabilidad y amor hacia ellos.

Yo recuerdo de haber estado en su casa, que era la de mis abuelos, y ella cogerme y subirme en la burra, vieja y medio ciega, para ir al pozo del chorro a recoger agua. ¡Y qué miedo me daba a mí ir en aquella burra tan alta! Claro que yo tendría 3 años…

Mi tía no tuvo hij@s, pero tiene muchos sobrin@s a los que adora y quiere con locura. Una persona con la que da gusto estar y que es todo corazón.

Cuando le he entregado su retrato se emocionó. Enseguida recordó el color del vestido y de la rebeca (que por cierto yo pinté como se me ocurrió y acerté en el vestido!!). Me contó que en esa foto tendría unos 20 años y que se la hizo un día que fue al médico acompañada de su padre. Entonces al pasar por el fotógrafo ella le preguntó: “Papa, ¿puedo hacerme una foto?” y él que era “un cacho pan”, como decimos aquí, le contestó: “Pues claro”.

Después de tantos años esa foto seguía en la lata de carne de membrillo donde antes se guardaban las fotografías ya que no había, como ahora, cámaras digitales ni CDs, ni “ná de ná.”
Me siento feliz de haberla pintado ya que ella se merece todo.

Conral, 23- 02-08