Este es el último libro envejecido que he hecho y en él he querido pintar un paisaje.
Es un paisaje que no está inspirado en ninguna foto sino que ha salido de imágenes guardadas en mi memoria durante muchos años.
Este es mi campo, el campo que he visto desde pequeña y que llevo viendo durante veinte años cuando voy a trabajar. Las encinas, eucaliptos, los olivos, higueras, las florecillas de los jaramagos, las amapolas, las pitas de la campiña cordobesa.
Tendría que haber pintado animales como las ovejas, las cabras, las vacas… pero he querido traer a las aves a este paisaje íntimo: el águila, la abubilla y la pareja de gorriones. Mucho tendría que decir sobre el por qué de pintar estos y no otros (aunque también tendría que haber pintado una cigüeña!). Y es que todo este paisaje, todos estos elementos están relacionados con mi trabajo, porque durante todos los años que llevo en el mismo colegio han sido muchas las veces que he mirado y me he recreado con este campo verde, amarillento, lleno de luz y de colorido, y he visto las pequeñas águilas sobrevolar estos campos, la belleza de las abubillas bajo los árboles, las bandadas de gorriones al llegar por las mañanas al solitario colegio, esperando a los niños y a las niñas que entraran corriendo por el patio con sus voces chillonas.
La encina y el eucalipto, símbolos para mí, de la madurez, de la importancia del respeto por nuestras raíces, de la sabiduría, de dar sombra y cobijo a todo caminante…
Y el camino. Un camino sin asfalto (como estaban los caminos que rodeaban este colegio cuando yo llegué a él), natural, ni muy escarpado, ni muy deslizante. Un camino bordeado de piedras. Piedras con las que podemos tropezar, pero en las que nos podemos apoyar para levantarnos si caemos, o en las que nos podemos sentar para descansar y luego seguir andando, pasito a pasito, avanzando, sin prisa pero sin pausa (como deben hacerse las cosas en la vida y sobre todo en la escuela).
Este libro envejecido, con este “Paisaje de diario”, lo he regalado al colegio. Se lo he entregado a la actual directora para que, si le parece bien, lo tenga en su despacho como adorno.
Es un libro en el que he dejado muchos de mis recuerdos y de mis sueños. Uno de ellos es el creer en la escuela como “Un lugar de encuentro y de convivencia hacia el camino de la cultura”. Y esto es lo que deseo para este colegio en el que tanto he trabajado y ojalá siga trabajando hasta que me jubile: un lugar de encuentro entre niños y niñas, maestros y maestras, padres y madres, y que la risa sea la música que nos acompañe en el camino del aprendizaje y de la convivencia.
6 comentarios:
Conral me encanta, tus pinturas son fantasticas. Bicos.
Lindos paisajes, lindo trabajo. ♥ ♥
A veces nos llama la atención lo extraordinario, puede, incluso, cegarnos la luminosidad de un destello fugaz. Pero lo que realmente llena nuestra vida, colma nuestra retina, es lo cotidiano, lo de "diario". Es eso, realmente, lo que queda vivo en la memoria porque cada día se renueva en nuestra mirada cotidiana. Me alegro de haber compartido muchas de las imágenes, aves y arboleda contigo. Espero que el camino siga.
Hola Conrad, sigo tu blog desde hace tiempo y me gustan tus dibujos y tus escritos. Soy de Helechal, un pueblo de Badajoz, cerca de la provincia de Córdoba, por eso al describir el campo cordobés en este dibujo tuyo, he sentido la misma buena sensación, sólo que yo no lo describo tan bien como tu lo haces. Soy aficionada a pintar, si quieres visitar mi blog te dejo la dirección. Le puse
colorincolorao
Un beso y gracias por dejarnos ver tus trabajos.
Tomi
¡Qué bonito! el libro y lo que dices. Comparto tu opinión sobre la escuela, yo también la disfruto mucho, además tengo la suerte de trabajar dando clase de español a muchas mujeres de distintas nacionalidades y culturas...me enriquecen muchísimo.
¡Qué nos dure esta ilusión !
Un abrazo
CORAL ME ENCANTAN TUS TRABAJOS YA TE LO DIJE EN MAS DE UNA OCASION LOS LIBROS Y LAS PINTURAS DE LAS PAREDES ALUCINO CADA DIA ME SORPRENDES MAS
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